Entrada del cuaderno-etapa de la primera mitad del 2015
Hay días en los que la frustración nos gana. De esos días los hay que se transforman en meses. Meses horribles, largos, chiclosos. Y a la vez tan fastidiosamente cortos.
Hay días en los que la frustración nos gana. De esos días los hay que se transforman en meses. Meses horribles, largos, chiclosos. Y a la vez tan fastidiosamente cortos.
Hay quien los llama ‘meses de transición’.
Transición entre la niñez y el ser adulto, entre el juego y la realidad, entre lo
que creemos que es un deber y lo que realmente es un deber. Meses en los que la
famosa frase ‘Y que si…?’ What if…? es un taladro que agujerea donde estemos.
Agujerea la cabeza, la agenda, la concentración; las sonrisas, los propósitos, el alma. Es un calambre constante. Nos hacemos los desentendidos,
los fuertes. Pero siempre está ahí, agarrotando los músculos, ensuciando los
papeles. Está ahí cuando tomamos decisiones. Está ahí cuando lloramos, cuando
sufrimos, cuando extrañamos.
Y extrañamos en el fondo lo que éramos antes
de esta duda horrorosa, de la que a veces nos queremos escapar. Esas veces
corremos, corremos y nos escondemos lo mejor y más lejos que podemos. Pero en
ese preciso lugar en el que nos creíamos seguros, resguardados por el ruido y
un disfraz de mentiras a uno mismo, la duda nos encuentra. Y nos hace acordar
que siempre estuvo ahí. Y pregunta ¿qué si no hubiéramos tratado de huir? ¿Qué
si nos hubiéramos quedado para enfrentarla? ¿Qué si hubiéramos pedido ayuda,
consejo, compañía? Quizás la duda se habría transformado en certeza. Quizás la
vida sería otra. Quizás sería todo mejor.
Lo único seguro es que, sea como fuere,
habría dudas. Una distinta, o muchas iguales. Dudas que se acumulan, que
amenazan con ahogarte, porque hagas lo que hagas ellas se amontonan y se
sientan sobre tu alma. ¿No nos podemos escapar? ¿No hay manera de decir “hasta
acá llegamos”? ¿No hay ningún lugar en el que las dudas no nos atrofien las
arterias, ni nos arranquen el aire de los pulmones, ni nos hagan caer de
rodillas? Las angustias de la duda, ¿cómo se resuelven? ¿Cómo se alivian? ¿Cómo
seguimos adelante, si hasta el grito que pegamos al vacío nos devuelve un eco
indeciso?
Estos son los momentos clave. Son la
oportunidad para darnos cuenta que lo único que hace la duda es presentarnos
realidades que nunca van a existir. Y si no existen, ¿para qué preocuparnos? Lo
que importa es el ahora, el hoy. Es cómo nos manejamos con lo que sí supimos
elegir, para bien o para mal.
Vamos, que la duda es un lujo que nadie se
puede ni debe dar.
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