domingo, 21 de febrero de 2016

Amor de Amores

A una amiga en su retiro espiritual:


No sé muy bien de qué o para qué es el retiro en el que estás…
Pero sí sé que en su gran mayoría, los retiros son eso. Son “retirarse” por unas horas, un par de días o incluso un mes de nuestra vida cotidiana, del ruido del mundo, de la rutina, para encontrar a Dios en el silencio un rato.

Antes de seguir! Dos cosas. Una: esto va a ser medio sermón. Es algo que me dijo a mí un cura y me vino bárbaro cuando estaba haciendo un retiro. Dos, va a parecer que me voy de tema ahora, pero no. Aguante hasta el final.
           
            Entonces. Los retiros están para hacernos acordar que, como dicen las Escrituras, Dios no está ni en el huracán ni en la tormenta, sino que está en la brisa suavecita, que, casi sin darnos cuenta, nos levanta el alma y purifica la mente. ¿Porqué es importante esto? Porque la humanidad tiende a buscar a Dios a través de una pasión incontrolable, de un amor que arde y ciega. Creemos, especialmente nosotras las mujeres, justamente por nuestra misma naturaleza femenina, que para amar a Dios tenemos que sentir un amor en el cuerpo, como el que sentimos por nuestras familias, nuestros novios, nuestros amigos.
          
          Pero la verdad es, admitámoslo,  que ese amor no está siempre ahí. A veces no sentimos por Dios un amor apasionado. Ni siquiera un cariño controlado. A veces lo único que realmente sentimos es… indiferencia. No encontramos a Dios ni en lo cotidiano, ni en la música, ni en la gente, ni en nuestra alma. Y suele pasar que, en estos casos, desesperamos. Si no amamos a Dios, debemos estar haciendo todo mal. Porque ¿no es eso Dios?¿No es el Amor mismo? Si no tenemos amor, por lo tanto, tampoco tenemos a Dios, ¿no?
          
            Nop. Y gracias a Dios negra, porque si esto fuera así más de uno se habría desesperanzado de la peor manera posible. Es al revés. Una puede amar sólo a través de Dios, pero no necesita de buenas a primeras amar para ser hija suya. Acordate que, siendo carne caída además de espíritu caído, nuestros sentimientos son todo menos estables. Necesitan una raíz fuerte que los mantenga en su lugar. Sigamos la palabra de Dios, que es Cristo, y lo demás se nos va a dar por añadidura.
          
          Un buen hijo, antes que nada, obedece. Bajando la cabeza y obedeciendo al Maestro se aprende a amarlo. Sólo conociendo se puede obedecer, y sólo a través de la obediencia se puede amar. Entonces podemos decir que el conocimiento es la clave para ser buena hija de Dios, porque una no puede obedecer y mucho menos amar a Alguien que no se conoce, y menos que menos cuando esta Persona es tan infinitamente perfecta. ¿Cómo hacemos para conocer a Dios? Uno, a través de Su Creación. Dos, a través de su Palabra, tanto escrita como la hecha carne, que es Jesús. Tres, hablando con Él en la oración, buscando oír en el silencio esa brisa suave que nos cuenta la Biblia.
           
          Y acá cerramos este círculo interminable. En un retiro, dejamos la convivencia con el mundo para buscar la convivencia divina, para conocer Su voluntad y obedecerla, para vivir como nos pide el Autor de la vida misma, y así aprender eventualmente a amarlo. Para que no busquemos un amor superficial y meloso en el Rey de Amores y León de Judá.


         Acá ya me vengo poniendo medio poética, medio cura, así que la corto negra. Rezá por nosotros que estamos afuera, y aprovechá el adentro al máximo, que nosotros hacemos lo propio por vos.

Septiembre 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario